El domingo pasado fui al mercado. Se llama El Rastro. El Rastro tiene de
todo. Hay ropa, bolsas, comida, adornos antiguos, libros, zapatos, joyas, y
más. Vi monedas de España antes de que España fuera miembro de la Unión
Europea. Vi que una de las monedas tenía la cara y nombre de Juan Carlos Borbón
y Borbón. Me alegro mucho que ya hubiera tomado una clase de la historia y
cultura de España antes de estudiar en Salamanca. Ayer vi un partido de Tenis
con Rafael Nadal (quien ganó, claro), y la reina Sofia le dio el premio. Qué
suerte tuve de saber un poco de España y su gente antes de llegar aquí.
Se puede oír por todas partes en el Rastro los gritos de los vendedores.
Ellos gritan “¡aprovecha, chica, de
este precio! ¡Aprovéchate ya!” Me
puse incómoda, como yo fuera víctima de los gritos violentos de los vendedores.
“¡Un EURO!
¡Sólo un EURO!”
Le pregunté a una mujer callada
en su tienda si era difícil escuchar al hombre a su lado, gritando todo el día.
Ella dijo que si, era muy difícil, y que él nunca se callaba. Me caen bien los
vendedores callados. Pienso que ellos saben que a los turistas no les gustan
los gritos. Entonces pienso que esos vendedores eran más inteligentes. Pero,
los vendedores que gritan los precios bajos en de su tienda tenían más gente en
su quiosco. Me gusta saber cuáles son los precios (porque nunca quiero
preguntar), pero al mismo tiempo no quiero ser víctima de los gritos tan
fuertes.
No comí ningunas de las papas
fritas, pero vi que eso es muy popular. Mucha de la gente que va al Rastro come
las papas fritas. Hay mayonesa que se come con las papas fritas, y también un
tipo de salsa. Quise probar las papas fritas, pero la cola era tan larga que no
quise esperar. Quiero volver este domingo. Los precios son muy bajos, y es más
lógico comprar cosas allí en vez de en las tiendas de la ciudad.
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